“Ser capaz de prestarse atención a uno mismo es requisito previo para tener la capacidad de prestar atención a los demás; sentirse a gusto con uno mismo es la condición necesaria para relacionarse con otros”.
ERICH FROMM
La Enfermedad del Parkinson como bien sabemos es una enfermedad crónica y progresiva que, después de una determinada etapa requiere del cuidado o atención por parte de otra persona para la adecuada realización de las actividades diarias. En este apartado abordaremos esta valiente e importante labor que cumplen las personas que asumen este rol de cuidado frente a las personas que lo empiezan a necesitar teniendo en cuenta que el 5 de noviembre se celebró el día del cuidador, sin embargo, es importante aclarar que lo haremos sin dejar de abordar la importancia del propio cuidado, basándonos en la tan repetida, pero importante premisa de “me cuido para luego cuidar”.
Para empezar, es importante definir lo que significa cuidar y según Larbán (2010) es tratar, tener atención por alguien o cuidarse a sí mismo y frente al ejercicio de cuidar el autor señala que es “el comportamiento y acciones que envuelven conocimientos, valores, habilidades y actividades emprendidas en el sentido de suministrar las potencialidades de las personas para mantener o mejorar a las condiciones humanas en el proceso de vivir y morir” (p.57). De este modo, un cuidador es una persona que acompaña, asiste y cuida a alguien que presenta algún tipo de enfermedad o condición que le disminuye su funcionamiento y calidad de vida.
Partiendo de lo anterior, Larbán (2010) señala que un cuidador podría ser un familiar, un profesional, u otra persona, que asume las acciones de soporte, asistencia o ayuda a una persona o un grupo con necesidades. Según el Ministerio de Salud (2016) existen tres tipos de cuidadores que pueden desempeñar esta acción y varían dependiendo de las características que rodean su labor de cuidado y son los siguientes:
-Cuidador/a familiar: es la persona que tiene un vínculo familiar con la persona a la que le brinda su cuidado. Generalmente ese cuidado que brinda el cuidador o cuidadora familiar lo hace de forma permanente o transitoria.
-Cuidador/a informal: esta persona es aquella que no tiene un vínculo familiar con la persona que cuida y, además, no tienen una formación para el cuidado. Por lo cual, su labor puede ser remunerada o no.
-Cuidador/a formal: es la persona que tiene una vinculación laboral con una institución o persona natural y que tiene formación para brindar su servicio como cuidador o cuidadora.
Ahora bien, es importante tener en cuenta que, especialmente los cuidadores familiares al encargarse del cuidado de una persona que puede empezar a depender totalmente de él o ella, puede generar que la persona cuidadora se enfrente a desgastes tanto físicos como emocionales que pueden estar asociado al desconocimiento de la enfermedad asociado por falta de información o por falta de preparación para afrontar las condiciones que implica la sobrecarga del cuidado de la persona que lo requiere y a la posible ausencia de recursos económicos para suplir su labor de cuidado a instituciones más especializadas en el tema (Ministerio de Salud, 2016).
Algunos de esos eventos que le pueden generar estrés al cuidador o cuidadores familiar según Palacios & Jimenez (citados por el Ministerio de Salud, 2016) son:
- La dependencia progresiva
- Las conductas disruptivas que presenta el enfermo
- La restricción de libertad
- La pérdida de estilos de vida anteriores
- El abordaje de nuevas tareas relacionadas con la enfermedad
- La interrupción de las tareas relacionadas con las demandas del ciclo vital
Estos eventos pueden llevar a que el cuidador se cargue en exceso y lo lleve a desarrollar enfermedades generalmente mentales y lo anterior, es desencadenado debido a un fenómeno conocido como “burnout” o “síndrome del cuidador quemado” el cual lleva a que se presenten respuestas emocionales negativas por parte de la persona que cuida como síntomas de ansiedad, depresión, estrés, problemas de salud física, entre otras, debido a no descansar lo suficiente, asumir completamente su función como persona cuidadora alejándose de su círculo social y al llegar a descuidar completamente su propio estado de salud.
Ahora bien, teniendo en cuenta las múltiples consecuencias que se puede generar por esa labor de cuidador, Fornés (2003) habla de algunas recomendaciones para minimizar la sobrecarga como:
Pedir ayuda física o emocional a: familiares directos o indirectos, a amistades y/o a servicios socio-sanitarios.
Pedir ayuda económica: por medio de la repartición de gastos entre familiares.
Mantener al máximo posible las actividades rutinarias: debido a que el dejar muchas de las actividades que antes realizaba puede generar rabia y culpabilización hacia la persona desencadenando posible agresividad.
Acudir a centros o asociaciones de familiares: compartir experiencias y encontrar apoyo emocional e información sobre estrategias o recursos utilizados en situaciones familiares
Teniendo en cuenta toda esta información, es importante no sólo reconocer la importante y valiosa función que cumplen las personas que se encargan de labores de cuidador o cuidadora, sino también es necesario que se imparta más divulgación con respecto a las posibles consecuencias que puede acarrear el cuidar sin cuidarse primero. Recalcar además la importancia que reside que en estas labores de cuidado no se descuide el propio cuidado, no se descuide la vida social, el sueño, la alimentación, ni su preocupación por sus propios estados emocionales.
Piensa...
¿Qué tipo de cuidador eres tú?
¿Te cuidas antes de cuidar a otra persona?
¿Cómo te cuidas a ti mismo?
Referencias:
Fornés Vives, J. (2003). Enfermería en Salud Mental. Cómo cuidar al cuidador y a nosotros mismos.
Larbán, L. (2010). Ser cuidador: el ejercicio de cuidar. Cuadernos de psiquiatría y psicoterapia del niño y del adolescente. Pp. 55-99.
Ministerio de Salud. (2016). Manual de cuidado al cuidador de personas con trastornos mentales y/o enfermedades crónicas discapacitantes.
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